El Niño Enfermo
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Por desgracia, aún con todos los avances que existen, en Medicina podemos afirmar que estamos aún en pañales: hoy en día hay enfermedades, y de muchas de ellas encima desconocemos el origen o su tratamiento. Y para más pesar, unas cuantas afectan a los niños.
Lo ideal sería que todo niño con un proceso agudo de carácter leve o moderado pudiera ser tratado en casa por sus padres, que son las personas que mejor le conocen y más cariño y comprensión le pueden aportar. Para ello es útil, si es posible, que ambos acudan siempre a las visitas al pediatra, pues así se comparte la responsabilidad de los cuidados.
El niño enfermo puede limitar su actividad y necesitar reposo, por lo que a lo mejor no es necesario estimularlo demasiado. Tampoco es conveniente obligarlo a estar en cama si ya se siente mejor, ni por supuesto forzarle a comer: durante procesos cortos una adecuada ingesta de líquidos en forma de agua, zumos o incluso batidos puede ser suficiente. Normalmente, tras el proceso el niño recupera el apetito y el peso perdidos.
También es muy importante cumplir adecuadamente los tratamientos mandados por el pediatra: un antibiótico mal dado puede generar infecciones posteriores más graves, y una dosis elevada de antipiréticos inducir una gastritis. Siempre repasad las instrucciones del médico, leed los prospectos de los medicamentos y consultad cualquier duda que os surja.
¿Y si me dicen que mi hijo debe ser ingresado en un hospital?
Lo primero es no preocuparse de antemano: las causas que motivan un ingreso son muchas, y determinadas enfermedades que obligan a ingresar a un niño no son graves. Aunque sí podrían serlo si el niño no recibe los cuidados necesarios, motivo por el que ingresan.
A veces también puede decidirse el ingreso de un niño para realizarle determinadas pruebas diagnósticas. En estos casos se suele intentar que el ingreso sea lo más corto posible. Lo mismo ocurre cuando el ingreso se hace para una intervención programada: gran parte de las cirugías que se realizan hoy en día son de corta o muy corta estancia en el hospital.
En nuestro medio se intenta hospitalizar al menor número de niños posibles, y esto se hace por ellos: el ambiente hospitalario no es el más adecuado para ellos y su ingreso puede suponer un serio trastorno para los padres y familiares cercanos, como los hermanos.
El hospital en general es visto como un medio muy hostil. Los niños lloran más, se ponen nerviosos y obedecen menos, y a veces incluso vuelven a perder el control de la orina y de la defecación. También los padres podéis percibir el entorno como impredecible y agresivo. En todo caso, recordad que el personal sanitario trabaja por el bienestar de vuestro hijo, que delegarán en vosotros los cuidados que creáis que podéis llevar a cabo y que la comunicación es fundamental: un médico hablará con vosotros a diario y habrá siempre uno de guardia. El personal de enfermería, por su parte, tendrá contacto casi continuo con vosotros y os resolverá gran parte de las dudas referentes a los cuidados del niño.
Otro aspecto importante es que siempre hay que explicar al niño lo que ocurre, con un lenguaje sencillo y adecuado a su edad. Negar que un proceso duela sólo hará que el niño desconfíe aún más del entorno si luego sí que le duele. Con los niños más pequeños es más importante el hecho de que sus padres estéis cerca todo el tiempo posible o que sean cogidos de la mano o en brazos. En todo caso, en el hospital os explicarán siempre los pasos a seguir ante cualquier evento y cuándo estaréis con el niño o no.
En cuanto a los hermanos, también es muy conveniente decirles la verdad y animarles a que hablen o visiten a sus hermanos ingresados. Generalmente se sienten útiles si les llevan algún tipo de regalo, dibujos hechos por ellos, etc. Hay que recordar que es normal que los hermanos de los pacientes ingresados traten de llamar la atención en casa o bien se sientan incluso culpables del ingreso. Hablarles sinceramente y animarles a ver a sus hermanos suele mejorar su estado psicológico.
No menos importante es el hecho de que el niño en edad escolar puede perder colegio. Si el ingreso es corto, no habrá ningún problema. Si se prolonga durante unos días, los padres pueden hacer de puente entre la escuela, el profesor y el niño para intentar que se mantenga todo lo al día que pueda. En caso de ingresos prolongados, se debería plantear con el colegio o instituto un plan personalizado de estudio.
En cuanto al juego, normalmente existen en los servicios de pediatría salas de juego para niños de todas las edades, a las que es muy conveniente que el niño acuda si puede hacerlo. Aunque la tendencia es a crear habitaciones individuales en pediatría, el hecho de compartir una habitación con otro niño de edad similar puede ayudar mucho a ambos y servir también de alivio mutuo a los padres al poder compartir la experiencia y las dudas. Además, en caso de no poder ir a la sala de juegos, siempre podrán compartir ratos de ocio entre ellos en la habitación.
Cuando un niño ingresa, el primer objetivo es lograr darle el alta lo antes posible. Los médicos os informarán de los plazos a considerar, pero no desesperéis si no se cumplen: si no se deja irse al niño es que su salud todavía no lo permite. Si creéis que podéis ser de ayuda proporcionando cuidados en casa, comentadlo, pues puede que eso acelere el alta del niño. Por el contrario, si pensáis que podéis tener problemas no los ocultéis, pues a lo mejor se pueden solucionar con algún día más de estancia o bien con cuidados domiciliarios por parte de personal sanitario.
¿Qué pasa con los niños enfermos crónicos?
Hoy en día las mejoras de los cuidados permiten que los niños con procesos graves vivan más tiempo, pero algunos de ellos a costa de requerir ingresos prolongados o frecuentes. En estos casos se suelen establecer lazos afectivos con el personal sanitario.
Lo primero es ser conscientes de no sois los culpables de la enfermedad de vuestro hijo, aunque esta vaya en los genes o se haya adquirido en el embarazo. Ningún padre puede proteger a sus hijos al 100%, pero sí culparse por algo de lo que no es responsable.
El coste personal y económico de un niño con una enfermedad crónica es muy alto. La relación de pareja puede deteriorarse y los hermanos del niño enfermo reclaman mucha atención. Si pensáis que necesitáis ayuda psicológica o económica, no dudéis en pedirla: el personal sanitario os orientará o iniciará los trámites necesarios para que recibáis la que se os pueda dar.
Recordad que vuestro pediatra debe controlar la evolución del proceso, y es quien puede resolveros gran parte de las dudas que os surjan en los periodos en los que no está ingresado. Tampoco estaría de más que fuera el encargado de coordinar y controlar las revisiones, pruebas o tratamientos que el niño pueda necesitar. Suele ser mejor tener un médico con una visión global del proceso del niño que varios que se dedican a aspectos concretos de su enfermedad.
Por desgracia, aún con todos los avances que existen, en Medicina podemos afirmar que estamos aún en pañales: hoy en día hay enfermedades, y de muchas de ellas encima desconocemos el origen o su tratamiento. Y para más pesar, unas cuantas afectan a los niños.
Lo ideal sería que todo niño con un proceso agudo de carácter leve o moderado pudiera ser tratado en casa por sus padres, que son las personas que mejor le conocen y más cariño y comprensión le pueden aportar. Para ello es útil, si es posible, que ambos acudan siempre a las visitas al pediatra, pues así se comparte la responsabilidad de los cuidados.
El niño enfermo puede limitar su actividad y necesitar reposo, por lo que a lo mejor no es necesario estimularlo demasiado. Tampoco es conveniente obligarlo a estar en cama si ya se siente mejor, ni por supuesto forzarle a comer: durante procesos cortos una adecuada ingesta de líquidos en forma de agua, zumos o incluso batidos puede ser suficiente. Normalmente, tras el proceso el niño recupera el apetito y el peso perdidos.
También es muy importante cumplir adecuadamente los tratamientos mandados por el pediatra: un antibiótico mal dado puede generar infecciones posteriores más graves, y una dosis elevada de antipiréticos inducir una gastritis. Siempre repasad las instrucciones del médico, leed los prospectos de los medicamentos y consultad cualquier duda que os surja.
¿Y si me dicen que mi hijo debe ser ingresado en un hospital?
Lo primero es no preocuparse de antemano: las causas que motivan un ingreso son muchas, y determinadas enfermedades que obligan a ingresar a un niño no son graves. Aunque sí podrían serlo si el niño no recibe los cuidados necesarios, motivo por el que ingresan.
A veces también puede decidirse el ingreso de un niño para realizarle determinadas pruebas diagnósticas. En estos casos se suele intentar que el ingreso sea lo más corto posible. Lo mismo ocurre cuando el ingreso se hace para una intervención programada: gran parte de las cirugías que se realizan hoy en día son de corta o muy corta estancia en el hospital.
En nuestro medio se intenta hospitalizar al menor número de niños posibles, y esto se hace por ellos: el ambiente hospitalario no es el más adecuado para ellos y su ingreso puede suponer un serio trastorno para los padres y familiares cercanos, como los hermanos.
El hospital en general es visto como un medio muy hostil. Los niños lloran más, se ponen nerviosos y obedecen menos, y a veces incluso vuelven a perder el control de la orina y de la defecación. También los padres podéis percibir el entorno como impredecible y agresivo. En todo caso, recordad que el personal sanitario trabaja por el bienestar de vuestro hijo, que delegarán en vosotros los cuidados que creáis que podéis llevar a cabo y que la comunicación es fundamental: un médico hablará con vosotros a diario y habrá siempre uno de guardia. El personal de enfermería, por su parte, tendrá contacto casi continuo con vosotros y os resolverá gran parte de las dudas referentes a los cuidados del niño.
Otro aspecto importante es que siempre hay que explicar al niño lo que ocurre, con un lenguaje sencillo y adecuado a su edad. Negar que un proceso duela sólo hará que el niño desconfíe aún más del entorno si luego sí que le duele. Con los niños más pequeños es más importante el hecho de que sus padres estéis cerca todo el tiempo posible o que sean cogidos de la mano o en brazos. En todo caso, en el hospital os explicarán siempre los pasos a seguir ante cualquier evento y cuándo estaréis con el niño o no.
En cuanto a los hermanos, también es muy conveniente decirles la verdad y animarles a que hablen o visiten a sus hermanos ingresados. Generalmente se sienten útiles si les llevan algún tipo de regalo, dibujos hechos por ellos, etc. Hay que recordar que es normal que los hermanos de los pacientes ingresados traten de llamar la atención en casa o bien se sientan incluso culpables del ingreso. Hablarles sinceramente y animarles a ver a sus hermanos suele mejorar su estado psicológico.
No menos importante es el hecho de que el niño en edad escolar puede perder colegio. Si el ingreso es corto, no habrá ningún problema. Si se prolonga durante unos días, los padres pueden hacer de puente entre la escuela, el profesor y el niño para intentar que se mantenga todo lo al día que pueda. En caso de ingresos prolongados, se debería plantear con el colegio o instituto un plan personalizado de estudio.
En cuanto al juego, normalmente existen en los servicios de pediatría salas de juego para niños de todas las edades, a las que es muy conveniente que el niño acuda si puede hacerlo. Aunque la tendencia es a crear habitaciones individuales en pediatría, el hecho de compartir una habitación con otro niño de edad similar puede ayudar mucho a ambos y servir también de alivio mutuo a los padres al poder compartir la experiencia y las dudas. Además, en caso de no poder ir a la sala de juegos, siempre podrán compartir ratos de ocio entre ellos en la habitación.
Cuando un niño ingresa, el primer objetivo es lograr darle el alta lo antes posible. Los médicos os informarán de los plazos a considerar, pero no desesperéis si no se cumplen: si no se deja irse al niño es que su salud todavía no lo permite. Si creéis que podéis ser de ayuda proporcionando cuidados en casa, comentadlo, pues puede que eso acelere el alta del niño. Por el contrario, si pensáis que podéis tener problemas no los ocultéis, pues a lo mejor se pueden solucionar con algún día más de estancia o bien con cuidados domiciliarios por parte de personal sanitario.
¿Qué pasa con los niños enfermos crónicos?
Hoy en día las mejoras de los cuidados permiten que los niños con procesos graves vivan más tiempo, pero algunos de ellos a costa de requerir ingresos prolongados o frecuentes. En estos casos se suelen establecer lazos afectivos con el personal sanitario.
Lo primero es ser conscientes de no sois los culpables de la enfermedad de vuestro hijo, aunque esta vaya en los genes o se haya adquirido en el embarazo. Ningún padre puede proteger a sus hijos al 100%, pero sí culparse por algo de lo que no es responsable.
El coste personal y económico de un niño con una enfermedad crónica es muy alto. La relación de pareja puede deteriorarse y los hermanos del niño enfermo reclaman mucha atención. Si pensáis que necesitáis ayuda psicológica o económica, no dudéis en pedirla: el personal sanitario os orientará o iniciará los trámites necesarios para que recibáis la que se os pueda dar.
Recordad que vuestro pediatra debe controlar la evolución del proceso, y es quien puede resolveros gran parte de las dudas que os surjan en los periodos en los que no está ingresado. Tampoco estaría de más que fuera el encargado de coordinar y controlar las revisiones, pruebas o tratamientos que el niño pueda necesitar. Suele ser mejor tener un médico con una visión global del proceso del niño que varios que se dedican a aspectos concretos de su enfermedad.
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